BOSQUE
Juntos
los árboles apiñados como en una alfombra, se ve mecerse al bosque bajo el
fuerte viento y entonces se percibe que el árbol y el bosque es lo mismo.
Quien
lo observa con tranquilidad se da cuenta que recuerda al mar, las algas, el
pelo de las ovejas... o a tantas cosas en su unidad.
Si
un árbol nos da respeto, mucho mas nos lo da el bosque y es por ello que hemos
colocado en él nuestros fantasmas. Pequeño se siente el hombre cuando la
tormenta o la noche lo sorprenden en el bosque.
Abiertos
los sentidos se puede percibir la realidad del bosque en su interior y es
entonces cuando brota la unidad entre el hombre y el bosque en un punto, el
único posible en la percepción y que nos acerca a la unidad lejos del “homo
faber” que niega su pulso, su respirar,
su esencia.
Brotando
hacia el cielo sus ramas y hacia la tierra creciendo sus raíces, no queda
sujeto al tiempo que establece el hombre. El bosque simplemente es.
Entrar
en el bosque, trascender la realidad y encontrarse en un mundo paralelo siempre
real y siempre imaginado, como si fuese un bucear en un espacio a ras y no por
debajo, sin el artificio del oxigeno, no necesario, pues sigue siendo nuestro
ambiente pero es otro el espacio, los árboles en su interior se agrupan o se
disgregan y es único su canto. Hileras o grupos de especies diferentes: robles,
hayas, fresnos, castaños, solo troncos huecos que sirven de casa a los búhos,
troncos vencidos por el tiempo interfiriendo caminos que en realidad no van
sino a nuestros propios sueños.
En
el bosque el pulso es otro. Baja de vez en cuando algún riachuelo, o los
helechos lo cubren todo, a veces los brezos, a veces los suelos se tornan
ácidos, a veces la hojarasca lo cubre todo.
Cuando
el bosque esta quieto, allá en las copas nada sucede, es como si nos
observaran, somos el hombre, lo distinto. Cuando se agitan las copas, crujen
los troncos y somos presa del temor, allá en cualquier parte cualquier cosa
puede suceder, bordas caídas de antiguos carboneros, árboles en todas
direcciones, brotes también jóvenes pero que no llegará al cielo si no cae
antes un árbol grande.
El
bosque se torna laberíntico y si es la niebla la que lo visita aún es mas
enigmático.
A
veces el sol lo atraviesa con algún rayo y cambia la coloración, a veces un
claro en el bosque nos devuelve a la posibilidad de nuestro mundo organizado.
En el bosque no sirven nuestros esquema humanos, son las leyes del bosque o es
en si mismo el bosque, ni tan siquiera la individualidad del árbol que nosotros
así quisiéramos para mejor comprender su conjunto. Nosotros vamos y venimos,
pero el bosque permanece.
Amanece
o va amaneciendo, que no es algo que ocurra como de golpe y tampoco se puede
saber cuando ha amanecido, desperezarse, sentir ese frescor primaveral. Los
días son ya mas largos.
Mirar
por la ventana como para comprobar que seguimos aquí, como para reconocernos y
reconstruir de nuevo nuestro personaje.
Los
árboles están ahí, al otro lado del cristal, quietos, si, esta debe ser la casa
y por tanto yo, los árboles son testigos del auto reconocimiento.
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